martes, 12 de julio de 2011

¿En qué radica la adicción a las luces?


Imagínese que aterrizo en Shangái y me saludan por mi nombre, voy a un restaurante en Pekín -y no es una presunción, sino una auténtica verdad- y me ofrecen la mejor comida, me dan besos, me prestan atención. ¿Cómo va a decir alguien que quiere irse de eso? Cuando eres artista, el público hace eso por devoción; cuando eres político, es distinto. He salido al escenario con problemas y al cabo de dos minutos se me olvida lo que me está pasando. La vida ha sido generosísima conmigo y la luz me ha dado en los ojos como a los conejos en las carreteras; pero no me deslumbré, me he liberado, pues la luz también es engañosa. 

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